Akelarre realiza un retrato histórico, sobre la injustificada cacería de brujas que costó la vida de miles de mujeres.
Akelarre, película dirigida por el director Pablo Agüero, se estrenó el pasado 11 de marzo en la plataforma de Netflix. El filme se desarrolla durante el año de 1609, en un lugar donde debido a que los hombres trabajan en el mar, la tierra es habitada principalmente por mujeres. Una noche las mismas participan en un fiesta, suceso en que se les acusa de brujería y se ven sometidas a una investigación donde se espera que confiesen su relación con la magia oscura, el Sabbat y Lucifer.
Si bien el cineasta ha dicho que el largometraje ganador de 5 Premios Goya no se basa en ningún hecho en concreto, es una realidad que el mismo tiene como base el libro: Tratado de Brujería Vasca de Pierre Lancre, el cual gira en torno a un juez que recorrió un país vasco, interrogando a centenares de personas, y condenando a decenas de mujeres a la hoguera por sus supuestos actos de brujería.
El libro es un interesante retrato histórico sobre el machismo perpetrado por la Iglesia que costó la vida de miles mujeres, situación que motivó a Fuera de Foco a realizar una breve investigación del cómo y por qué sucedían estos juicios, seguido de un apartado del porque deben ver Akelarre.
Mitos y realidades
Cuando alguien nos menciona la palabra bruja, el imaginario colectivo se encarga de traernos a la mente a una anciana de cabello blanco, nariz ganchuda con ropajes negros y sucios, quienes por las noches vuelan en escoba, son acompañadas por un gato negro y se alimentan de niños.
El legado artístico y la cultura audiovisual han contribuido a fortalecer estos tópicos, y con ellos, la desinformación en cuanto la historia de la brujería, pues la realidad es distinta a lo descrito con anterioridad: dicho termino fue la excusa para asesinar a miles de mujeres de manera injustificada.
¿En dónde inicia la persecución?
En el siglo IV, la Iglesia Cristiana dejaba de ser perseguida gracias al emperador Constantino, quien mediante la publicación de un edicto permitía a los seguidores de esta religión la evangelización del Imperio. Sin embargo había un grupo de personas llamadas: Paganus, palabra que en el latín quiere decir habitante del campo o aldea, quienes se resistieron a dejar sus tradiciones y costumbres.
Para el año 380, el emperador Teodioso declaraba a la religión cristiana como la principal del Imperio Romano, y en el 392 se publica el edicto de Constantinopla, el cual prohíbe por completo las prácticas paganas.
Doctoras y sabias
A las mujeres que perpetraban acciones contrarias a la religión católica, comenzaron a llamarles brujas, allí empezó uno de los mayores genocidios hacia las mujeres en la historia. Si revisamos la cosmología de las enjuiciadas, muchas eran indígenas o afrodescendientes, que mantenían ritos y creencias basadas en su tierra nativa, otras practicaban el oficio de medicina y enfermería basada en remedios naturales.
De hecho, las mujeres fueron las primeras en encontrar y analizar los usos positivos / negativos que podían brindar las hierbas y plantas. Esto a su vez se vinculó con la interrupción voluntaria de los embarazos, conocimiento y práctica que estaba mal vista por la Iglesia, quienes la conllevaron a la criminalización. De este conflicto surge su fama de comerse a niños: de ser abortistas preocupadas por la salud y capacidad de decisión de las mujeres gestantes.
Por lo tanto, la institución eclesiástica alimentó tópicos como que las brujas eran seres malvados que se movían en grupo y cuyas acciones eran negativas: secuestrando bebés y persiguiendo jóvenes para integrarlas a su grupo. Cuando en la realidad la brujería fue una cuestión de género que sirvió como herramienta de control y disciplinamiento del comportamiento femenino.
Algunos tópicos tienen base en la realidad y otros en la tergiversación. Lo cierto es que la persecución de brujas y las acusaciones infundadas, generaron un clima hostil entre mujeres, quienes comenzaron a deshacerse de sus redes de apoyo forjadas en la Edad Media, adaptando a su vivencia una concepción capitalista de la realidad.
A las mujeres se les enseñó a enfrentarse entre ellas: con sus vecinas, hermanas y amigas. Se les instó a desconfiar de las otras y solucionar cualquier disputa con una acusación de brujería: mejor ser quien acusa a ser la señalada.
Esto es crucial para entender la visión de las brujas que empieza a darse en el siglo XIX, muy vinculada al surgimiento de los movimientos de liberación femenina y la aparición del arquetipo de femme fatale: un estereotipo misógino generado para alimentar el sexismo en lugar de combatirlo.
¿Por qué ver Akelarre?
La película es impecable en su fotografía, gracias al trabajo de Javier Agirre, quien compone una estética fundamentada en los negros y amarillos, las cuales dan vida a brillantes escenas nocturnas donde se desarrolla el drama.
Desde la Edad Media el color negro se instauró en el imaginario colectivo judeo-cristiano, como lo equivalente a lo maligno. Este color rodea en la mayoría de secuencias al fuego, el cual era visto como una oposición a la pureza e inocencia. Mientras que por otro lado, el amarillo se asocia a la envidia y traición, normalmente en algunas obras el personaje de Judas aparece con una capa de este color cuando traiciona a Cristo.
Si bien la brujería es un tema que actualmente se encuentra en apogeo, el director se arriesga con un estilo nunca antes visto, donde combina un toque diabólico y de seducción, que le simbolizaron 5 Premios Goya entre los cuales se encuentran los de Mejor Vestuario, Música, Maquillaje, Dirección artística y Efectos Especiales.