Se acerca la pelea entre Gojira vs King Kong, por lo que te brindamos argumentos para ser Team Godzilla.
Nos encontramos a días de observar una pelea de proporciones épicas, ya que la cuarta película del Monsterverse involucrará a dos de los monstruos más queridos por las personas espectadoras: Godzilla y King Kong. Dicho encuentro ya ha dividido a la/os fanáticos/as en dos equipos, los cuales apoyan respectivamente a su personaje favorito.
Sin embargo hoy repasaremos la historia de Gojira: el emblemático kaiju que con 32 películas a su espalda ha conquistado a las audiencias mundiales: ya sea fungiendo como una alegoría a los horrores ocasionados por las bombas nucleares que azotaron Hiroshima y Nagasaki en 1945, o convirtiéndose en un héroe e icono de las películas de acción, al defender a Japón del ataque de otros seres que ponen en riesgo la seguridad de quienes habitan en el territorio.
Surgiendo de las profundidades del océano
Tras la caída de la Italia y Alemania nazi a manos del grupo conformado por la URSS, Reino Unido, Francia y Estados Unidos, Japón era el último miembro en pie de la alianza del Eje. Este contexto fue aprovechado por el país norteamericano para probar el arma resultante del Proyecto Manhattan, bajo la excusa de terminar de una vez por todas con la Segunda Guerra Mundial.
Así, por la mañana del 6 y 9 de Agosto respectivamente, dos bombas nucleares cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945: “A las 8:14 era un día soleado, a las 8:15 era un infierno” comenta una de las personas sobrevivientes del hecho. Tras más de 220 mil muertes entre ambos ataques, el país nipón anunció su rendición.
Las fuerzas militares estadounidenses rápidamente se movilizaron a Japón bajo la Operation Blacklist: con el objetivo de desmilitarizar y “democratizar” al país.
Dicha ocupación se extendió hasta 1952, años en donde estuvo prohibido cualquier cobertura referente a los daños ocasionados por las bombas atómicas: desde las afectaciones sufridas por los entornos naturales, hasta las enfermedades que enfrentaron los/as hibakusha -personas sobrevivientes al trágico suceso-, quienes no sólo sufrieron grandes quemaduras, sino que también a largo plazo desarrollaron enfermedades como leucemia, cáncer de tiroides, seno y pulmón.
Parecía que todo esto quedaría en el obscurantismo, pero llegó el 22 de Enero de 1954: donde un barco japonés de pesca conocido como el Lucky Dragon No. 5, partió hacia las Islas Marshall. A 80 millas de aquel lugar, estaba programada la prueba de un arma nuclear estadounidense: The Castle Bravo, la misma se suscitaría conforme lo planeado, y hasta la actualidad se trata de la detonación más poderosa realizada por el país de las barras y estrellas.
El alcance de la bomba envolvería al bote en cuestión en una lluvia de cenizas radioactivas, los 23 hombres volvieron a la costa japonesa con vida, pero el daño estaba hecho, todos presentaban las dolencias ya descritas como consecuencia de su fuerte contacto con la radiación. Su historia rápidamente se expandiría por todo el territorio, iniciando en la nación un movimiento antinuclear.
Tal suceso inspiraría a uno de los protegidos de Akira Kurosawa: Ishiro Honda, a realizar una película que abordara el trauma japonés con lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki, sin embargo para contar un relato de dichas características sería necesario abordarlo desde la metáfora, debido a la censura al tema que aún existía en el país.
Así el cineasta ideó al personaje más icónico de la cinematografía nipona: Gojira, quien como el mismo director expuso: “Tomé las características de la bomba atómica y se las apliqué.”
El personaje surge como la mutación de un animal marino ocasionada por los efectos de la radiación, la textura de su piel se encuentra moldeada de manera que rememore a los queloides de los/as hibakusha, el arma con que traerá destrucción a Japón: el aliento atómico, es generado por la energía nuclear que vive dentro del monstruo.
Apenas ocho meses después de lo sucedido con el Lucky Dragon No. 5, en 1954 arribaría a los cines: Gojira, una cintaproducida y distribuida por Toho Company Ltd. En contraposición a lo que sería su futuro, el filme estaría pensado como un relato enmarcado dentro del género del horror.
Declaración de intenciones que se suscitaba desde la primera secuencia, la cual se remitía directamente a lo sucedido con el barco pesquero. En la trama, Gojira emerge de las profundidades del mar e indiscriminadamente comienza a atacar, como un arma inquebrantable y sin sentimientos que deja a su paso atmósferas desoladoras, las cuales fueron inspiradas de fotos reales tomadas en Hiroshima y Nagasaki.
En este último apartado, cabe la pena destacar el innovador trabajo de efectos especiales por parte de Tsuburaya Eiji, quien dio inicio al movimiento japonés: Tokusatsu, el cual consistía en la creación de sets miniatura y actores vestidos en trajes de monstruos, que brindaban la impresión de un relato de consecuencias masivas.
Hacía el final de la obra Gojira es asesinado por el Oxygen Destroyer: otra arma potente creada por los humanos, desenlace que termina por edificar una narrativa, donde el verdadero villano es nuestra especie, quien ha utilizado el conocimiento para destruir lo que se encuentra a nuestro alrededor, inclusive a nosotros/as misma/os. Razonamiento que lleva al creador de la susodicha herramienta de devastación: el Dr. Serizawa (Akihiko Hirata), a morir con el kaiju, de manera que su conocimiento no sea utilizado para el mal.
Así la primera película que involucraría al susodicho personaje, fungiría como una especie de terapia del pueblo japonés para asumir el trauma de la tragedia que significaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y una llamada de atención porque esta problemática continuaba vigente, por lo que si deseábamos no volver a repetir la tragedia del pasado, había que involucrarse políticamente bajo un movimiento antinuclear.
¡Aliento a kitsch!
Pero en los años posteriores esta idea se iría diluyendo, probablemente al éxito comercial que significó la versión estadounidense del filme original -sobre la cual hablaremos más adelante-, llevó a Godzilla a convertirse en una franquicia de acción, donde el protagonista sería conocido como el Rey de los Monstruos, tras diversas peleas con kaijus como King Ghidorah, Rodan, Mothra, entre otros.
Godzilla Raids Again marcaría el inicio de la primera de 3 etapas en las que suele dividirse la historia del personaje en Japón: la era Showa (1955-1975), Heisei (1984-1995) y Millennium (2000-2004). En cada de una de estos períodos temporales, nuestro kaiju favorito abrazaría su faceta más kitsch, entregándonos desde épicos combates que conquistarían nuestros corazones juveniles, hasta ridículos instantes como su baile de la victoria.
Sin embargo más allá de allá de la participación de Ishiro Honda, en la realización de diversas cintas pertenecientes al primer período, entre las cuales podemos encontrar el enfrentamiento de Gojira y King Kong en 1962, o la composición musical de Akira Ifukube para cada monstruo, no hay mucho más que destacar.
Sería hasta 2016 con el estreno de Shin Godzilla, que de la mano del creador de Evangelion: Hideaki Anno, el personaje recuperaría su espíritu original como destructor. Combinando efectos especiales prácticos y digitales, nos encontraríamos ante una versión del kaiju grotesca y aterradora, entregándonos postales estéticas que emulan la vistosidad de un anime.
Además la presencia de Gojira se vería resignificada temáticamente, pues el cineasta japonés utilizaría su figura para realizar un comentario satírico sobre el gobierno nipón, señalando su ineptitud como catalizadores de los conflictos que sacuden a la nación, al mismo tiempo que son incapaces para reaccionar y resolver las mismas problemáticas, añadiendo una crítica al intervencionismo estadounidense en las decisiones del país.
Un Kaiju en Nueva York, ¡Ay, no!
Para rememorar la historia entre el kaiju y Hollywood debemos remontarnos a la obra original de 1954, cuando un estudio estadounidense adquirió los derechos de distribución, al hacerlo no sólo renombraron el filme: el título de Gojira se convirtió en Godzilla, el Rey de los Monstruos, sino que filmaron nuevas escenas y volvieron a editar el filme.
Eliminaron 16 minutos de la obra original, entre los cuales se encontraba cualquier referencia sobre las consecuencias de las bombas nucleares, y en el nuevo metraje introdujeron al actor Raymond Burr, quien interpretaba un periodista estadounidense que cubría el altercado en Japón y fungía como el narrador del largometraje.
Lo anterior transformó a un relato terrorífico que reflexionaba sobre la faceta más oscura del ser humano, y los traumas colectivos en torno a la bombas atómicas, en un producto genérico protagonizado por un monstruo. Y esta versión, fue la única a la que las personas espectadoras del continente americano tuvieron acceso hasta 2004, cuando Criterion Collection restauró la versión original del clásico a cargo de Ishiro Honda.
No sería hasta 1998 que Hollywood tendría la oportunidad de realizar su propia versión del afamado kaiju japonés, la adaptación correría a cargo del director alemán Roland Emmerich, el hombre detrás de cintas como El Día de la Independencia o El Día Después de Mañana.
La cuidad de Tokio sería remplazada por New York, Godzilla tendría un nuevo diseño que le haría caminar en cuatro patas y tener forma de iguana. Y bueno, en lo narrativo compondría un relato insípido, carente de forma y fondo, despojando al protagonista de sus metáforas y asesinándolo “heroicamente» por el ejército estadounidense. Tal suceso fue comentado por la crítica de la siguiente manera: “Hollywood no podía concebir a alguien que no fuera derrotado por sus armas.”
El largometraje no sólo se estrellaría con la crítica, sino que también sería un fracaso en taquilla y tendrían que pasar 16 años para que nuevamente viéramos una adaptación del kaiju en la industria norteamericana, pero en esta ocasión formaría parte de una proyecto más ambicioso en las manos de Warner Bros y Legendary Entertainment, quienes buscaban iniciar su propio universo cinematográfico, mejor conocido como el MonsterVerse.
Así en 2014 le entregarían el proyecto al galés Gareth Edwards, quien parecería una opción adecuada tras su largometraje Monsters, en donde la aparición de entes alienígenas son una excusa para develar los vicios humanos.
Siguiendo esa misma línea, el cineasta centraría su película en los conflictos humanos en torno a la aparición de Godzilla, tomaría decisiones interesantes en el apartado estético, situando la cámara al estilo Cloverfield, en perspectiva subjetivas de los humanos que acompañan la historia, lo cual elabora atmósferas asfixiantes, terroríficas y nos entrega las secuencias más imponentes del kaiju en toda su historia.
Lamentablemente los conflictos personales en lo que se sostiene, son bastante particulares a la ficcionalidad de sus personajes, no tienen un eco social, lo cual tampoco nos permite empatizar con los/as mismas/os. Además el papel de Gojira como la figura que equilibra la naturaleza no embona por ningún lado.
Para la secuela: Godzilla: King of the Monsters, a cargo de Michael Dougherty la cosa empeora, pues no sólo se carga la narrativa visual de Gareth Edwards, lo cual hace que sus protagonistas luzcan mucho menos monumentales, sino que elabora una olvidable narrativa en torno a los conflictos humanos, la cual sólo se ve rescata por sus momentos de epicidad, que sin lo anterior aún se perciben vacíos.
La situación no parece que vaya a cambiar en el largometraje que enarbola su próximo enfrentamiento contra Kong, y consumido por la narrativa kitsch occidental, la impresión es que Gojira se encuentra atrapado en la sociedad del espectáculo, lejos de aquellos días donde su figura representaba una crítica al establishment, recordándonos que más allá de su estética “coolness”, se encuentra una alegoría a peores facetas y episodios de nuestra humanidad.