Si bien La Fábrica de Sueños se trata de una producción alemana, su drama romántico es propio de una típica narrativa estadounidense.
Me considero un gran fanático de aquellas películas que dentro de su mundo, se toman el tiempo para retratar el detrás de cámaras de una filmación, pues representa un acercamiento al contexto que siempre me ha cautivado y apasionado.
A veces, estas escenas pueden ser simples guiños decorativos para la ficción, como sucede en La La Land, donde sus protagonistas caminan y conversan mientras de fondo se esta llevando a cabo una grabación. También la aparición de los elementos que componen la producción cinematográfica pueden formar parte de un comentario metaficcional, para ejemplo el desenlace de la emotiva y personal: Dolor y Gloría de Pedro Almodóvar.
En ocasiones las conexiones con la manera de realizar cine, pueden formar parte de la narrativa principal, tal y como se ve reflejado en una de mis películas favoritas de Martin Scorsese: La invención de Hugo Cabret, en donde el afamado cineasta estadounidense se embarca en una fantasía infantil, para rendir un homenaje -tanto en el fondo como en forma- a la historia del séptimo arte.
Específicamente a la figura de George Méliès: el gran pionero de efectos especiales como el stop trick o la sobreimpresión, además de ser el creador de los primeros estudios cinematográficos, y el cual alcanzaría la fama en 1902 por su obra Viaje a la luna, en donde la imagen de un proyectil de cañón clavado en el ojo del satélite natural, se convertiría en un ícono de la cultura popular.
En el mismo ámbito, aunque lejos de la maestría narrativa que caracteriza a la mayoría de filmes a cargo de Scorsese, se suscita La Fábrica de Sueños, una producción alemana que llega a salas mexicanas esta semana.
Romance a la alemana
La historia se centra en Emil Hellberg (Dennis Mojen) un joven que por influencia de su hermano Alex, comienza a laborar en un estudio cinematográfico alemán. Allí se enamora a primera vista de Milou (Emilia Schüle), una bailarina que funge como doble y con la cual el sentimiento será reciproco, forjando en apenas horas una profunda conexión.
Sin embargo su dinámica amorosa se verá interrumpida, cuando en ese mismo año -1961- comienza la construcción del Muro de Berlín, pero ante un amor tan fuerte como el suyo, no habrá barreras capaces de separarlos.
El guión a cargo de Arend Remmers sitúa a sus protagonistas en un contexto interesante, tanto a nivel político como también a lo referente al detrás de bambalinas de un estudio cinematográfico, es precisamente en esto último que la mejor secuencia del filme sucede: aquella en que Emil tiene su primer contacto con este universo.
Ahí la luminosa cinematografía del germano: Martin Schlecht, nos sitúa bajo la misma mirada de su protagonista, junto con quien nos sorprendemos de la magia que compone la realización del séptimo arte: la creación de nuevos mundos mediante el uso de efectos prácticos, la creación de los grandes sets y la diversidad de vestuarios.
Es verdad que esta secuencia cae en un romanticismo exagerado que será el punto común que terminará definiendo la película, pero representa muy bien la ilusión que el cine provoca en las personas espectadoras.
¿Construyendo sueños?
Aunque el largometraje dirigido por Martin Schereier, coquetea con subvertir los estereotipos del género romántico en el primer encuentro entre Emil y Milou, La Fábrica de Sueños es una narrativa clásica de inicio a fin, tanto en el fondo como la forma: diversas cámaras que se encuentran grabando varias perspectivas de una misma acción, las cuales serán intercaladas en un montaje externo que brinde la impresión de dinamismo, cuando en realidad se trata de un relato audiovisual perezoso.
Quizá lo más preocupante del filme radica en su tratamiento temático sobre el amor, el cual sitúa al romance como la única razón de vivir de ambos protagonistas, lo que los hace caricaturescos y ridículos, al enarbolar conductas tóxicas propias de viejos tiempos.
Por lo que más que una fabrica de sueños, la obra se dedica a edificar narrativas fast food dignas de los 50’s.