On The Rocks nos hacía soñar con disfrutar con una secuela espiritual de Lost in Translation, ¿se cumplieron nuestros anhelos?
Sofia Coppola dirigió una de mis películas favoritas: Lost in Translation. Al observarla, recuerdo quedar encantando por la sinceridad de emociones que evocaba: la soledad vivida aún formando parte de una relación en un contexto repleto por lujos y cámaras, los deseos de encontrarse y en el camino converger con alguien pasajero pero a la vez representativo que apoye dicha finalidad.
Bill Murray y Scarlett Johansson protagonizaron una narrativa jovial que explora el amor, dolor, amistad y ánimos de aventura, con la cuidad de Tokio como una protagonista más.
Para las personas aficionadas a esta cinta, el observar el trailer de su más reciente trabajo: On The Rocks, nos emocionó pues remitía la misma energía con algunos cambios: los personajes son mayores por lo que enfrentan otra etapa y dudas en su vida, además que los neones orientales darían paso a la ajetreada Nueva York. ¿Pero dichas supersticiones se cumplieron?
La experiencia personal al cine
Los temas y mundo planteados en esencia en Lost in Translation, serían recurrentes en la filmografía de la cineasta estadounidense. Su experiencia personal constantemente es transferida a sus largometrajes: como parte de la misma, la realizadora se ha centrado en entornos aristócratas abordados desde su perspectiva femenina.
En un primer lugar, Coppola desmitifica la imagen ostentosa y de éxito que suele venderse sobre estos contextos, sus personajes suelen ser personas solitarias, hartas de la artificialidad que los rodea. Respecto al segundo punto las mujeres suelen ser el centro narrativo, en ellas explora desde su óptica y sensibilidad, sus preocupaciones/ alegrías tanto a nivel individual como colectivo en distintas épocas de su vida: desde la adolescencia hasta la adultez.
Precisamente en este periodo se suscita On The Rocks: una historia que gira en torno al matrimonio de Laura y Dean, el cual posteriormente a la celebración de su boda pareciera haber perdido la magia. Hecho que sumado a una serie de desatenciones y detalles hacen dudar a la protagonista, sobre si su esposo se encuentra engañandola, razón por la cual busca el asesoramiento de su padre. La cinta se sostiene bajo esta última dinámica: una hija y su papá en una búsqueda de concretar o disipar las duda de la primera.
Una dupla con gran química
Inspirada en las conversaciones que su progenitor mantenía con la cineasta estadounidense, donde él mismo le exponía constantemente cuál y por qué era el actuar de los hombres hacía las mujeres, lo mejor del largometraje se sostiene en la interacción entre este par: la química entre Bill Murray y Rashida Jones inunda la pantalla.
El guión de Sofia balancea su relación e imprime diferentes capas a la misma, sus personalidades opuestas -él, un gígolo pragmático / ella, una mujer estable que entiende que la condición humana no se resume a los instintos primigenios- son capaces de complementarse de manera que la comedia fluya, pero al mismo tiempo chocan y las cargas del pasado se manifiestan añadiendo dramatismo a la trama.
Otra más de las virtudes de la directora se fundamenta en el diálogo y como a través del mismo y la composición del plano establece las relaciones entre sus personajes, mientras en las secuencias con su padre la conversación fluye y el entorno no interrumpe, en aquellas con su pareja la charla es entrecortada y a su alrededor prevalece el ruido.
¿La mejor de Sofia Coppola?
Quizá sea injusto comparar esta cinta con Lost in Translation, pues a pesar de ciertas similitudes estas ocurren en diferentes etapas de la vida. Mientras la primera ocurre durante la adolescencia, la segunda ocurre en la adultez. Sin embargo, es imposible eludir el mejor trabajo de Coppola hasta la fecha, y en comparativa On The Rocks se queda corta.
A pesar de buena escritura la cinta se encuentra lejos del vigor de la historia desarrollada en Tokio, apenas hay atisbos de aventura o acción que ocurren abruptamente y la mayoría del tiempo su narrativa se fundamenta en conversaciones dadas en algún restaurante. Sofia comentaba que como en su anterior filme retrató la cuidad oriental, quería que esta película fuera su postal del territorio neoyorkino, sin embargo lo anterior impide tal propósito, no hay alguna escena o canción – y eso que Phoenix vuelve a colaborar en el score- que nos transmita a algún icónico espacio o acción, cada sitio se siente el mismo.
Aunque el arco narrativo entre padre e hija tiene un buen desenvolvimiento, el del matrimonio se convierte en una trama secundaria inconclusa donde su conflicto principal se resuelve de la manera más sencilla, pero queda la sensación que su protagonista se siente atada a una cotidianidad y relación que en realidad nunca cambia.
Sin embargo, la cineasta estadounidense compone una feel good movie con momentos encantadores y buena dosis de humor, que seguramente te hará pasar un buen rato.