Conocemos a Perry Mason con un cigarro en la mano, una corbata corta y aspecto desaliñado. Él busca su lugar y propósito en medio de una época tormentosa en Estados Unidos: los años 30.
El sentido de la justicia lo tiene agudizado, aunque sea torpe y atolondrado a la hora de buscarlo. Y de pronto, se topa con un caso abominable que le cambiará la vida.
Eso es lo que se puede disfrutar en la Temporada 1 de Perry Mason disponible en HBO y producida entre otros por Robert Downey JR., quien en un inicio se pensaba que iba a protagonizarla, hasta que se dio un cambio de planes y trajeron el talento de Mathew Rhys. Qué buena elección fue, porque su actuación le da mucha personalidad a esta producción estilo noir.

En el transcurso de ocho episodios, vemos cómo Mason pasa de ser un investigador privado de poca monta a un abogado respetable. Bueno, un abogado muy entregado a la causa al menos, apoyado por mentores con gran experiencia y otros menos esperados.
Si de algo puede jactarse esta producción es en saber llevar muy bien varias líneas argumentales, por supuesto todas conectadas al caso por resolver: un espantoso secuestro y asesinato de un bebé, de Charlie, a quien privaron de vida, provocando una catástrofe a nivel familiar y a nivel de toda la sociedad.
Desarrollo
Desde el primer capítulo esta serie sabe a lo que apuesta, impone un tono oscuro y hasta gore (sorprendente de hecho), pero sabiéndolo ocupar en la medida adecuada. Sin salpicaduras, sin exageraciones, sin buscar el valor de impacto y aferrarse al mismo para ganar audiencia.
Es al contrario, entre ir descubriendo los dolores internos de su protagonista, pero sobre todo ir conociendo a los demás personajes que esta serie gana mucho.

Ya sea un abogado de alta experiencia, interpretado por el siempre valioso John Litgow; la inclusión de una actriz que se me hizo fabulosa, Juliet Rylance, en el papel de Della Street (el punto más alto de la serie); así como Tatiana Maslany (Alice) más otros que se mezclan hacen de toda ello una exquisita receta.
Otro punto muy a favor es que todo el caso del bebé Charlie es uno complejo y muy bien trabajado. Las implicaciones son variadas, siendo obviamente la más clara la de la acusada: su propia madre, Emily Dodson.
¿Imaginan qué puede sentir una madre que le mataron a su bebé y que además la acusan de haberlo hecho, solo por cometer adulterio? Un verdadero infierno para una mujer.
Y es ahí que se introducen otros dos grandes complementos a la ya de por sí intrincada historia: una iglesia con devotos fanáticos y el racismo más corrupción dentro de la policía.

Veredicto
Perry Mason se me hace una serie redonda, con la cuota necesaria de misterio e intriga; con aporte de gore y acción justificada; con momentos de mucha emoción, dramatismo y actuaciones sólidas, así como introducir temas que tienen que ver con el fanatismo religioso y cómo la corrupción se encuentra en todo tipo de instituciones, sean sagradas o juramentadas al deber.
Y no puedo dejar de señalar y exaltar el apartado musical, una banda sonora que junto con el esquema de color y dirección precisa que hay en cada secuencia, dan un realce y un carácter a todo el producto, uno que puedo recomendar para quienes gustan de historias policiacas más refinadas.

Se me hace que HBO se apuntó en Perry Mason una serie que llega a públicos más amplios, ofreciendo a la vez un contenido de calidad y que pueden explotar por muchas temporadas, ya que la tónica apuntaría en que en cada una de ellas habrá un caso diferente.