Resumen SEO
- No Nos Moverán revive la memoria del 68 con un diseño sonoro artesanal que reconstruye respiraciones, pasos y silencios durante 1,800 horas de trabajo.
- La cinta de Pierre Saint-Martin Castellanos, protagonizada por Luisa Huertas, mezcla comedia oscura, duelo y venganza en blanco y negro.
- El equipo de sonido, César González Cortés, Alejandro Díaz Sánchez y Daniel Rojo diseñó una experiencia inmersiva que convierte la memoria de Socorro en el verdadero motor narrativo.
El cine suele pensarse desde la imagen, pero hay películas en las que la verdad está en el oído. No Nos Moverán, ópera prima de Pierre Saint-Martin Castellanos, es una de ellas. La cinta sigue a Socorro, interpretada por Luisa Huertas, una abogada mayor que, décadas después de la masacre de Tlatelolco de 1968, sigue marcada por la muerte de su hermano. Enferma, sola y obsesionada, su vida cambia cuando aparece una pista que la lleva a buscar al militar responsable.
La película, filmada en blanco y negro por César Gutiérrez Miranda, no pretende una reconstrucción documental. Su fuerza radica en otro lugar: en cómo el sonido se convierte en memoria. El diseño sonoro de César González Cortés, Alejandro Díaz Sánchez y Daniel Rojo es un trabajo de orfebrería: mil ochocientas horas de grabaciones, limpiezas y reconstrucciones para que cada paso, cada puerta y cada respiración tengan una intención emocional.
Fuera de Foco visitó Hasan Studios para conocer mejor el trabajo monumental que hicieron para la película y su filosofía como artesanos.

El sonido del olvido: la artesanía sonora que sostiene No Nos Moverán
En No Nos Moverán casi nada de lo que se escucha es directo. Los diálogos fueron grabados en set, pero todo lo demás, como el golpeteo de una puerta, el sonido de unas pastillas agitadas en un frasco, los llantos de la multitud, el eco de un helicóptero fue reconstruido.
El equipo buscó puertas con personalidad, pasos con intención, teléfonos con campanas escandalosas. Incluso usó patitas de pollo para simular los pasos de las palomas que aparecen en la cinta, todo con la intención de que el sonido pudiera proyectar lo que necesitaba la cinta.
“Como sonidistas, estamos en una posición muy privilegiada: somos los primeros en ver el corte terminado. Nuestra labor es de atrás para adelante, una vez que está la película, nos toca entrar a ella para entenderla y proponer la mejor forma de hacer que el sonido enaltezca o resalte ciertos momentos”.
Alejandro Díaz Sánchez, Fuera de Foco
La clave fue la paciencia: sesiones interminables en un estudio diseñado como réplica acústica de una sala de cine, con bocinas detrás de pantalla, a los lados y al fondo. Ahí se probaba y se volvía a probar, escuchando a ciegas fragmentos para saber qué se sentía antes de verlos en pantalla. La mezcla se convirtió en un proceso casi físico: repetir, ajustar, ahogar un sonido, agrandar otro, hasta que la película “respirara” como Socorro.
Incluso las caídas y los desmayos, que parecían imposibles de traducir, nacieron de referencias poco convencionales. Los sonidistas contaron entre risas que llegaron a llamarlos “los Homero Simpson”, porque necesitaban capturar el golpe visceral de perder el control del cuerpo, esa combinación de absurdo y tragedia que define a la protagonista.

Socorro: un cuerpo que recuerda
La protagonista no es una heroína épica: es una mujer cansada, frágil, atravesada por la enfermedad y la obsesión. En la película, su cuerpo se convierte en territorio de batalla. Cada jadeo, cada pausa, cada eco, nos recuerda que la memoria no está en archivos, sino en la carne.
“Los toquidos de la puerta de la hermana se convierten en los toquidos de la puerta del hermano. Todos estos detalles los checamos para que resuenen de forma conceptual con la película.
A veces incluso nos toca ser terapeutas, descubrir lo que la película necesita, incluso si el director no lo sabe del todo. Es un trabajo muy colaborativo”
César González Cortés, Fuera de Foco
Así, los sonidos no ilustran, sino que transforman. Esa puerta no es una anécdota, es un trauma. El sonido se repite, se superpone, viaja del pasado al presente. Así, la película construye un tejido sonoro que conecta lo íntimo con lo histórico, lo personal con lo colectivo.
El blanco y negro acentúa esta propuesta: limpia la imagen para que la atención recaiga en los detalles sonoros. El eco de una marcha, el zumbido de un helicóptero, un teléfono que no deja de sonar, se convierten en signos de memoria tanto como las sombras en pantalla.

Más que venganza: humor, duelo y memoria colectiva
Aunque habla de una herida histórica, No Nos Moverán no se limita a la solemnidad. Pierre Saint-Martin Castellanos opta por un tono de comedia oscura, de sátira, de tragedia con ironía. La historia de Socorro se mueve entre la parodia de la venganza y la imposibilidad de sanar, en un vaivén donde el humor y el dolor coexisten.
ahí el sonido juega un rol fundamental: puede intensificar el drama, pero también remarcar lo absurdo, subrayar el contraste entre lo que Socorro siente y lo que el mundo alrededor le devuelve.
No sorprende que la película haya sido reconocida en festivales como Toulouse y Guadalajara, ni que su estética y su trabajo sonoro hayan llamado la atención en los Premios Ariel. Más que una ópera prima, se siente como una declaración: que la memoria no se filma solamente con cámara, también se esculpe con oído.
No Nos Moverán es una obra que entiende que el sonido no es un adorno, sino el corazón de la experiencia cinematográfica. El trabajo artesanal de César González Cortés, Alejandro Díaz Sánchez y Daniel Rojo es una lección de paciencia, escucha y detalle: 1,800 horas para que la memoria de una mujer —y de un país— no quede en silencio.
En su aparente sencillez, la película revela algo profundo: el pasado se recuerda con ecos, con respiraciones, con puertas que vuelven a sonar. Y ese es el verdadero poder del cine cuando se hace con artesanía: convertir lo intangible en algo que se siente en el pecho.
