El Agente Secreto: ¿Una nueva época dorada para el cine Brasileño?

Les contamos por qué El Agente Secreto podría ser una de las mejores cintas del año.

Texto escrito por: @ana_villarin

Después de que el cine brasileño disfrutara de un merecido momento bajo los reflectores de Hollywood con la victoria en los premios Oscar de Aún estoy aquí, el director Kleber Mendonça Filho llevó la antorcha hacia el viejo continente y triunfó en Cannes con su emocionante thriller: El agente secreto, una de las cintas más destacadas del Festival de Cannes.

Wagner Moura interpreta a Marcelo, un hombre perseguido por la dictadura que huye hacia la ciudad de Recife en 1977, desesperado por encontrar un refugio como cientos de brasileños más se vieron forzados a hacer y esperanzado por la idea de reunirse con su hijo pequeño que es cuidado por su suegro. 

Y lo que empieza como un drama solidario, también es toda una exploración sobre el poder del cine para recuperar la historia de una comunidad, aunque las instituciones quieran borrarla.

Imagen: Cannes

El Agente Secreto: Balance entre el género y la denuncia

En Recife, Marcelo es acogido por un grupo de personas afines en una casa para refugiados, habitada exclusivamente por aquellos para quienes es imposible permanecer en su propio hogar y que deben adoptar nuevos nombres y nuevas vidas para sobrevivir.

 Las personas que habitan en la casa de Doña Sebastiana viven al margen de la sociedad no solo por su estatus como enemigos del Estado sino también por sus características personales: integrantes de la comunidad LGBT, inmigrantes discriminados por su acento y su color de piel, y mujeres que la sociedad califica como “promiscuas”.

Entre ellos se apoyan tanto como pueden, creando nuevos vínculos de intimidad después de que se vieron forzados a abandonarlo todo y, en el caso de Marcelo, creando una nueva identidad que le permite conseguir un trabajo gubernamental donde puede buscar cualquier documento relacionado con su difunta madre mientras tiene un asiento en primera fila a la corrupción que es el pan de cada día en cada una de estas instituciones.

Esa búsqueda por encontrar la verdad puede remitir de inmediato a Aun Estoy Aquí, pero Mendonça rompe con cualquier expectativa y le da un enfoque totalmente diferente a lo que vimos en la obra de Walter Salles.

Convirtiendo la historia de Marcelo en una oda al cine de acción y de espías que fue tan popular en la década de los 70, llena de intriga, colores vibrantes, y ese sentido del humor tan particular de este país. 

Imagen: Cannes

Una Oda al Cine Pop

En la escena inicial el director describe a esta época como “un tiempo lleno de travesuras” y eso es exactamente lo que nos muestra, logrando un balance admirable entre los momentos emocionales que viven sus personajes y aquellos que caen más en lo ridículo, como una recreación del llamado “mito de la pierna peluda” o el descubrimiento de un tiburón que se comió dicha pierna. Algo que parece sacado de cualquier película tipo B” en el Hollywood de la época.

Por eso, no debería ser sorpresa que el séptimo arte forme una parte importante de la trama de esta película, con varias secuencias ambientadas en un cine que sirve como escenario para varias conversaciones entre Marcelo y las personas que buscan ayudarlo y recibir ayuda a cambio. 

Todo esto ocurre mientras audiencias felizmente ignorantes ven Tiburón o La Profecía. Dos clásicos del género del terror que resultan ser mucho menos aterradoras que la realidad en la que Marcelo se ve inmerso. 

En su documental: Retratos Fantasmas, Mendonça declaró que los mejores documentales son las películas de ficción, y a lo largo de esta película vemos ciertas escenas ambientadas en el presente que son un buen ejemplo de su filosofía.

La subtrama de El agente secreto nos muestra a un par de estudiantes que intentan hacer sentido de lo que pasó en el Recife de 1977 mediante grabaciones de voz, artículos noticiarios, y una que otra imagen que sobrevivió la censura de la dictadura, y es mediante la ficción que tanto la audiencia como estas investigadoras llenan los vacíos creados por el tiempo para restaurar la memoria de Marcelo.

Imagen: Cannes

La Ficción como espejo de la realidad

Mendonça agrega lo suficiente de la realidad para que la película sea reconocible para los brasileños y todos aquellos que saben sobre lo acontecido durante la dictadura militar, pero también utiliza los recursos cinematográficos para plasmar las historias de las personas que nunca tuvieron la oportunidad de contarlas y preservarlas para la posteridad.

El agente secreto no solo se preocupa por contar una historia, también por demostrar lo trágico que es que tantas historias como esta se hayan borrado de la memoria colectiva de todo un país por culpa de los esfuerzos de un gobierno que hizo todo lo posible por suprimir a una cultura entera. De moldear dicha cultura a su imagen y semejanza sin importar el costo. 

Hacia el final de la película, Mendonça se lamenta por la desaparición de varios complejos de cine que tanto marcaron su infancia, y uno de los personajes de esta época moderna reflexiona sobre cómo no recuerda muchos detalles de cómo era la vida en 1977 pero definitivamente recuerda las ganas que tenía de ver Tiburón.

El cine, además de un arte, es una de las mejores herramientas para vencer al tiempo e inmortalizar lo que dignamos que merece nunca ser olvidado. 

Cuando pasen 50 años puede que no recordemos lo que hicimos hoy, ni tampoco la indignación que sentimos ante los problemas actuales, pero podemos dormir tranquilos con la certeza de que el cine siempre estará ahí para recordarnos lo importante que es no olvidar.

Imagen: Cannes
Poster El Agente Secreto
El Agente Secreto
Género(s)

Thriller, Drama

Director(es)

Kleber Mendonça Filho

Reparto

Wagner Moura, Gabriel Leone, Udo Kier

Disponible en

Cine

Crítica | El Agente Secreto

El agente secreto es una oda al género de acción y de espías ambientada en el Brasil de la década de los 70, mezclando entretenimiento y cine de autor como pocas películas son capaces de lograr.

Excelenteee

5