True Detective 3×03: «The Big Never»

Nuevas pistas conducen a un misterio que se torna surrealista.

True Detective no deja de asombrar. Los primeros dos episodios pusieron todos los elementos en la mesa para entregarnos un misterio con suficientes hilos y enredarnos la mente. Y con lo de las líneas de tiempo y sus constantes intersecciones, ésta realmente pinta para ser una temporada excelente.

«The Big Never» es el título del tercer capítulo de la última temporada de True Detective. Aquí el narrador es ahora el Detective Roland West (Stephen Dorff), a quien no habíamos visto en la línea temporal de los años 90. Encontrarlo en esa oficina con sol de media tarde y un cigarrillo en boca hace recordar al propio McConaughey en el debut de esta serie de HBO. Incluso la actitud es parecida: desenfadada y desafiante a la vez, con una voz ronca y segura.

Cuando llegan otros detectives para hablar de la aparición de huellas de la niña Purcell –desaparecida en el caso de los 80–, West no se muestra demasiado ansioso por seguir ahondado en el tema. Pareciera que lo que sea que sucedió en esa época, fue suficiente para querer dar el caso por cerrado.

True Detective conoce bien cómo colocarnos a personajes masculinos que proyectan seguridad e inseguridad en un mismo coctel. No necesitan hablar mucho para que, como audiencia, queramos desentrañar lo que ocultan sus miradas. Nos volvemos investigadores tanto del caso en sí como de sus personajes principales.

El supermercado

Bajo ese argumento nos encontramos con una escena muy bien lograda por montaje, edición y ritmo. Wayne Hays, en los 90 está con sus dos hijos, Henry y Rebecca, en un Walmart. La gran cantidad de estantes abruma al detective, quien además parece no disfrutar de esas tareas hogareñas, hasta que en un momento de distracción, Rebecca se pierde de su vista.

Ahí comienza la desesperación de este hombre (Ali es un maestro actuando), quien exige a la cajera que cierre el supermercado hasta encontrarla. Eventualmente ella aparece, por lo que recibe una reprimenda de su padre, provocando un llanto en la pequeña y un momento de reflexión para Wayne.

La angustia se deriva de diversos factores. Hays seguramente no quedó bien luego de que se «solucionara» el caso de los Purcell y, lo que ocurrió, lo convirtió en un hombre a la defensiva, carente de mucho sentimiento paternal.

Nuevas pistas

Lo más curioso y atractivo que tiene esta temporada es el cómo surgen nuevas pistas, pero en distintas líneas de tiempo.

En los 80, el olfato rastreador de Wayne ayuda a que se haga una nueva inspección en la casa de los Purcell. Así, hallan un álbum familiar que había sacado Tom para la sala de estar, donde aparece el hijo en una foto de su primera comunión. Lo curioso son los brazos cruzados en la misma posición en la que fue encontrado muerto.

En un nuevo rastreo por el bosque llegan hasta una casa, donde un hombre da indicios de haber sido ya interrogado por unas personas con «placa«. De ese tema no estaban al tanto. Este señor dice haber visto merodear por ese camino a los Purcell, y a veces a un vehículo nuevo conducido por un hombre negro con una cicatriz y una mujer blanca.

Por otro lado, llegan a la empresa donde trabajaba la madre de los niños, lugar donde opera una especie de centro infantil bastante sospechoso. Hay algo más oculto en esa planta procesadora que sólo el aspecto industrial que tiene por fuera; y Hays está listo para detectarlo.

Avances en la investigación

Asimismo en los 90, con un Hays que parece no saber cómo congeniar con sus niños, ni con Amelia, quien le propone una noche de sexo libre; se ve muy molesto al saber que ella fue a conseguir información nueva del caso, usando sus encantos de mujer.

La mezcla de celos y alcohol no le permiten ver con claridad el panorama. Es una combinación de bravura e incompetencia por no poder continuar con la investigación por su cuenta, ya que no forma parte de la misma. Eso termina hasta el final del capítulo, cuando su compañero West lo busca para que se una a la reapertura del caso.

Además, West tiene un encuentro con un Tom Purcell, ahora sobrio y entregado a la religión. Parece que su recuperación tras la muerte de sus hijos funcionó con el pasar de los años, aunque ahora se ve más solo que antes, ya que su esposa pasó a mejor vida.

Lo surrealista

El mejor momento del episodio fue cuando un Hays en 2015 («el presente») continúa con la entrevista y las cámaras encima, con una incesante periodista que le acribilla con nuevas preguntas y nueva información.

Su hijo Henry lo había llevado al hospital para que le hagan exámenes por su sonambulismo/pérdida de memoria y aunque el doctor le sugiere que no hay nada que se muestre de forma concreta, sí se puede entender que hay un deterioro. Alzheimer es lo más probable… ¿o no?

Estando en una habitación apuntando «nuevas» pistas en un cuaderno, le aparece un fantasma de Amelia, recriminándolo por querer seguir ocultando lo que pasó. Hays se ve aterrorizado por lo que ella le dice, le suplica que él no merece eso, pero como espectadores nos hace creer que la actitud ambigua de este hombre tiene más capas de la que nos ha dejado ver.


True Detective se emite todos los domingos por la noche en HBO.