Háblame (Talk To Me) es una de las cintas de terror más interesantes del año producidas por A24. Y es que a través de una estructura aparentemente “normal” para una historia de fantasmas, tiene uno de los plot twist y giros temáticos más fuertes de la temporada.
En Háblame, un grupo de chicos tiene la oportunidad de platicar con los muertos utilizando una misteriosa mano de porcelana. Las reglas son sencillas: tienes que tomar la mano, decir “háblame” y darle permiso al fantasma de entrar.
El límite de tiempo para que una persona sea poseída por un fantasma de manera segura, son 60 segundos. Pero Mia (Sophie Wilde) pasa más tiempo del debido, y cuando la línea entre la realidad y el más allá se desdibuja, Háblame presenta una interesante historia sobre los demonios de las adicciones.
Háblame y el llamado “terror elevado”
Cuando hablamos de “terror elevado” usualmente nos referimos a películas de terror que tienen impregnada la visión particular de su director, como Robert Eggers y Ari Aster. Pero Háblame tiene intenciones más contenidas, y prefiere contar una historia que aparentemente ya conocemos.
Mía pasa más de 60 segundos con la posesión. Y es muy claro que la cinta nos quiere hacer ver que esta curiosa práctica es una metáfora para el consumo de drogas. No sólo por la forma en la que Mía y sus amigos encuentran la mano en primer lugar, también por la forma en la que la vida de este personaje se desenvuelve después.
Conforme avanza la historia y los fantasmas tienen más y más contacto con los humanos que les dejaron pasar, conocemos el trasfondo de la historia de Mia, a su familia, sus problemas y la verdadera razón por la que se obsesiona tanto con la mano.
Toda esta información nos la dan mientras un fantasma posee a Riley (Joe Bird), el hermano de la mejor amiga de Mía, Jade (Alexandra Jensen). Su posesión es intensa, violenta y visualmente muy dura, es también el elemento que juega más con nuestras expectativas, ya que pronto él queda atrapado en un limbo y Mia promete que le ayudará a regresar.
La química de los personajes en esta película es realmente buena. Conforme aumentan las tensiones, la verdadera personalidad de cada uno de ellos sale a relucir. Y se agradece que Miranda Otto aparezca como una madre estricta, cosa que ayuda a que el mensaje de la historia resuene temáticamente y se vuelve más interesante, ya que nos da pistas sobre el mensaje real que tiene Háblame.
Y cada detalle, cada comentario, cada mirada de reproche, aumenta la ansiedad y desesperación de Mía, quien ya no sólo busca una solución para salvar a Riley, ya no sabe exactamente qué es real y qué no.
¿Metáforas que funcionan?
Aunque Háblame se presenta como una película de fantasmas, en realidad el camino de Mia se parece mucho al de una persona que sufre una fuerte drogadicción.
Y hay que decirlo, hay momentos en los que Háblame, a nivel visual y de diálogos, juzga a sus personajes y hace ver el problema como algo “muy malo”, en lugar de explorar más la ansiedad del personaje y lo que le lleva a caer en ese círculo viciosos.
Pero la gran actuación de Sophie Wilde de verdad le dan otra dimensión a Mia. Las visiones que experimenta, la forma en la que entiende cosas como el más allá o el infierno no sólo son visualmente aterradoras, de verdad sirven para construir el infierno que vive el personaje, su culpa y las consecuencias de sus acciones.
Tal vez piensen que saben hacia dónde va Háblame, pero en realidad no. Esta historia es rápida, es muy directa, y logra evitar los clichés del género construyendo una historia personal y contenida.
Aunque parece que no, Mía está muy sola y perdida, justo como las almas que poseen los cuerpos de jóvenes que juegan con ellas. Y es interesante cómo a través de una película de terror se hace un estudio de personaje tan completo, especialmente por ese momento final que resulta ser sorprendente y muy, muy triste.