La serie Un extraño Enemigo, producida por Televisa y exhibida en Amazon Prime Video, emitirá su capítulo final el próximo viernes 26 de octubre. Si no la has visto, aquí te contamos cómo se ha desarrollado la trama hasta ahora a través de los personajes que la protagonizan.
Antes que nada, hablemos de los responsables
Gabriel Ripstein (1972) entró a la escena del cine mexicano como «el hijo de» Arturo Ripstein («El lugar sin límites», «El castillo de la pureza«), uno de los directores más importantes de su generación. Muy pronto se forjó un nombre propio al adaptar en 1999 decorosamente la novela de Gabriel García Márquez «El coronel no tiene quien le escriba«, para luego embotarse en guiones de comedias románticas simplonas, como «Amor a Primera Visa» (2013), o como productor de ese desastre taquillero que fue «El crimen del Cácaro Gumaro» (2014).
No mucho tiempo después, Gabriel pasó a formar parte de una de las casas productoras más relevantes hoy en el cine mexicano: Lucía Films, empresa liderada por el director mexicano Michel Franco («Después de Lucía», «Chronic»). Allí Gabriel recibió una oportunidad para dirigir su primera película «600 millas», donde se metió en las entrañas del narcotráfico sin histeria, ni heroísmos. No es extraño, por eso, que Televisa haya decidido que fuera él quien recontara los hechos ocurridos el 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco.
Televisa también se nutrió de nombres como el escritor Daniel Krauze y el ya consolidado guionista Gibrán Portela («La jaula de oro», «Güeros», «La región salvaje»). Con un equipo así, la cosa no podía salir tan mal. Y así fue: salió muy bien.
Ojo: no es una serie documental
Pudiera parecer vana la aclaración, pero no lo es. A 50 años de la matanza de Tlatelolco ocurrida en 1968, han aparecido numerosos materiales que tratan de explicar lo ocurrido: reportajes periodísticos, novelas, testimonios, documentales y obras de ficción. «Un extraño enemigo» pertenece a esta última categoría: la ficción.
Quienes se acerquen a la serie, o los que ya lo han hecho, no deben hacerlo buscando saber qué ocurrió, ni cómo ocurrió. El dato histórico o la descripción precisa de los involucrados no es lo más relevante en «Un extraño enemigo«. Mucho menos hay que verla con el afán de encontrar imprecisiones en la cronología de los acontecimientos. Para eso se mira un documental o se lee una investigación.
Sin embargo, tampoco hay que aflojar nuestro juicio: el deseo de ficcionalizar un acontecimiento aún tan disputado como éste implica ya una interpretación de esos hechos. Hay en la serie, se quiera o no, una posición -sí, incluso política- asumida sobre el 2 de octubre. La pregunta importante no es ¿qué pasó?, ni ¿cómo pasó?, sino ¿para qué lo recordamos? y ¿cómo hay que recordarlo?
Fernando Barrientos
El peso dramático y argumental de la serie recae sobre Fernado Barrientos, comandante de la Dirección Federal de Seguridad, interpretado por Daniel Giménez Cacho. Si Barrientos guarda alguna relación con Fernando Gutiérrez Barrios, su referente histórico, poco importa. Ripstein, fiel a la tradición del thriller más que a las posibilidades mismas de la historia política mexicana, deposita en él una omnipotencia inclemente. Es el enemigo perfecto a cuyo control nada escapa. Todos los demás personajes orbitan a su voluntad sin importar el puesto que ocupen en su familia o en el gobierno.
Su familia
Barrientos está casado con Esperanza (Karina Gidi) con quien mantiene una relación de estampa. Ella tiene sus amoríos y él también. Ambos son padres de Enrique, quien está luchando por hacer su vida fuera de su sombra. Desde el primer capítulo, la tensión entre padre e hijo es notoria. Para alguien controlador y obsesivo del poder, que su hijo quiera tomar sus propias decisiones resulta insoportable. Por eso, Barrientos estalla cuando se entera de que Enrique rechaza el trabajo que él le consiguió y que decide mudarse con su novia embarazada.
Pero Barrientos es un hombre preocupado por su imagen. De ello depende su carrera y sus aspiraciones políticas, las cuales mueven y detonan los principales acontecimientos de la serie (la explosión en el metro, las detenciones arbitrarias, los homicidios). Él está decidido a ser presidente y para ello debe conseguir que su jefe inmediato, Luis Echeverría, llegue primero a la silla presidencial, para luego él convertirse en el lógico sucesor. Deshacerse de los otros candidatos (Alfonso Corona del Rosal y Emilio Martínez Manatou) es su principal misión y el movimiento estudiantil se revela como la ocasión perfecta para lograrlo.
Más allá de las apariencias, Barrientos está enamorado de Elena (Irene Azuela), una periodista con quien tiene una hija enfermiza. Es es esta relación donde conocemos al Fernando compasivo. Pero esas secuencias sólo duran pocos segundos.
Además, Fernando es acompañado/atormentado por la presencia de un misterioso niño que orienta sus decisiones y lo anima cuando se encuentra más débil e inseguro.
Beto
Para que Barrientos controle el movimiento estudiantil se vale de un grupo de infiltrados encabezado por Beto (Krystian Ferrer). Este personaje es el que experimenta los cambios más dramáticos de toda la serie. Él sabe que su lealtad no está a prueba y que un error le costaría la vida (no sin antes ser horriblemente torturado). Beto se convierte en la mano derecha de David y en novio de Alicia (Ana Clara Castañón), quien no tardará en descubrir sus dobles intenciones.
Su relación con Barrientos es paternal. En el momento de mayor incertidumbre, la posible traición de Alicia, Beto preferirá satisfacerlo a él antes que a sus amigos y a su propia familia.
Personajes como éste le sirven a Ripstein para generar el suspenso propio de lo policíaco.En él se expresan los principales conflictos éticos y morales de la serie: ¿cuánto estoy dispuesto a sacrificar para sobrevivir?, ¿qué gano con conservar la vida si pierdo a la persona que más amo? Si Barrientos es ya un personaje determinado a hacer el mal, Beto está apenas tomando ese camino.
David y Alicia
No todo en la serie es maldad pura o personalidades atormentadas por la indecisión. David (Andrés Delgado), tras salir de la cárcel, se convierte en líder del movimiento estudiantil y principal representante del Consejo Nacional de Huelga. La pérdida de su novio, tras un tiroteo accidental, lo llevará a buscar soluciones cada vez más alejadas del conflicto armado. Alicia, la novia de Beto, también está en contra de la violencia pero su relación con Beto acabará llevándola a un final indeseado.
Entre esos dos polos, el asesinato y la prisión, «Un extraño enemigo» sitúa los riesgos de la resistencia ante un régimen perverso y despiadado. David se irá quedando cada vez con menos aliados hasta que, sin notarlo, sea llevado por esa malévola corriente cuyo cauce está determinado por Barrientos y que desemboca en el 2 de octubre, en la plaza de Tlatelolco.
Presidente y presidenciables
Además de estos personajes ficticios, la serie tiene el atractivo de incorporar apariciones del presidente Gustavo Díaz Ordaz (Hernán del Riego), el secretario de Gobernación Luis Echeverría (Antonio de la Vega) y el jefe de gobierno de la Ciudad de México Corona del Rosal (Fernando Becerril).
Ripstein presenta un Díaz Ordaz que queda como víctima de los acontecimientos y que también se ve arrastrado por ese vendaval de intenciones que es Barrientos. Más de una vez lo vemos quejarse de que él no pidió celebrar los Juegos Olímpicos. Esta pasividad de Díaz Ordaz, que puede desconcertar a los historiadores, se suma a la ambición desorientada de Echeverría por la presidencia. Barrientos sabe bien de ello y por eso decide apoyarlo y, a través de él, darle forma a sus aspiraciones.
Si hay alguien que rivaliza con Barrientos en la capacidad de dirigir los hechos es la CIA. Y es que un mexicano imponiendo condiciones a la CIA suena descabellado pero en el argumento de esta serie no se ve tan así. El juego de ajedrez se resuelve entre ambos y una por una las piezas van cayendo muertas en el tablero.
2 de octubre, ¿no se olvida?
«Un extraño enemigo», línea tomada del coro del himno nacional mexicano, mismo que es intervenido musicalmente en el Intro de la serie, nos presenta los acontecimientos de hace 50 años como remotos, terminados. Esto se observa en los diálogos confiados de los personajes, dichos como si fueran conscientes de que pasarían a la historia. Ripstein ha convertido los días previos a la matanza de Tlatelolco en una épica policiaca donde gravita un aura de alivio.
En uno de los capítulos, Díaz Ordaz asegura que la sucesión presidencial para el Partido único está garantizada y siempre será así. Como mexicanos en el 2018, sabemos que en el 2000 hubo un intento de alternancia y que en este año la alternancia se completó (sí, la afirmación es discutible, lo sé). Eso no significa que la serie sea complaciente con el nuevo gobierno, sino que está construida de tal forma que representa los acontecimientos de una forma tan cuidadosamente planeada que los convierte en irrepetibles, únicos.
Además, el triunfo individualista del personaje central Barrientos va a contracorriente de la idea fundamental de todo movimiento estudiantil: la historia se hace desde abajo y en contra de las estructuras, no de una sola persona. Por eso es que afirmo que Ripstein se apropió de la gramática de las series estadounidenses para contar un suceso histórico mexicano y lo que le salió es un híbrido disfrutable, sí, pero que poco aporta a la construcción y al sostenimiento de la memoria de lucha de los estudiantes que fueron asesinados el 2 de octubre.