Mal de Ojo es una fantasía intensa que logra devolverle al folklore latinoamericano su característica más importante: temerle a las brujas que podrían estar más cerca de lo que crees.
Considerándose a sí mismo como un cineasta de terror de clóset, Isaac Ezban es uno de los representantes de la ciencia ficción mexicana más importantes de los últimos años. Pues a través de sus historias, el director ha logrado jugar con el imaginario local e internacional, demostrando con más de una de sus cintas el potencial del talento mexicano y sus historias.
Mal de Ojo es su primera película de terror, con la que Ezban pretende explorar temas como el miedo al envejecimiento, los conflictos y traumas familiares, la feminidad y el paso del tiempo, a través de una intensa historia que promete convertirse en un clásico del horror mexicano.
Un cuento de hadas hecho pesadilla
Latinoamérica es un territorio rico en fantasía e historias aterradoras, no por nada es el lugar de donde proviene el realismo mágico en la literatura y donde el folklore y las leyendas continúan sumamente vigentes a pesar del paso de los años. Y es que son los mitos locales, las historias heredadas de generación en generación y los secretos de los pueblos, los que mantienen vivo el misticismo de más de un país.
En sí, el guión de Mal de Ojo está inspirado en República Dominicana y sus brujas, las cuales continúan siendo elementos característicos de la región. Sin embargo, Ezban y los co-guionistas, Edgar San Juan y Junior Rosario, decidieron llevar la historia a territorio mexicano, para alimentarla con la cultura y las supersticiones locales.
Es así como nace Mal de Ojo, una historia que se centra una familia de la Ciudad de México, quienes deciden hacer un viaje al pueblo de la familia materna en busca de una cura alternativa para su miembro más joven, Luna (Ivanna Sofía Fierro), quien padece epilepsias y cuya esperanza de vida no es muy alentadora.
Su hermana Nala (Paola Miguel) es una adolescente quien debido al estado de salud de la menor, es ignorada constantemente por sus padres, lo que ocasiona peleas y roces constantes especialmente con su madre (Samantha Castillo).
Aquí comienzan a exponerse los primeros misterios de la cinta, pues más allá de la relación entre Nala y su mamá, el origen de esta última y los secretos que le oculta a su familia serán vitales para el resto de la trama.
Así entonces, la familia llega a la casa de la abuela, una residencia perdida entre los árboles donde conoceremos a la imponente matriarca, Doña Josefa (Ofelia Medina). Es desde su introducción que la historia realmente comenzará a cobrar potencia, arrastrándonos a través del miedo y la curiosidad sobre las verdaderas intenciones de la mujer y si esta en efecto, es una bruja.
Una de las virtudes más grandes de Mal de Ojo es que si bien, se da el tiempo de explicar los antecedentes y las leyendas locales, no descuida su historia principal, estableciendo un paralelismo inmediato entre las protagonistas y el cuento de las trillizas, a través del cual Nala irá conectando los puntos para descifrar el misterio a su alrededor.
Para ello, Ezban rescata elementos rápidamente identificables y muy bien documentados en el vudú y la magia negra: el mito de las brujas que abandonan su piel para salir en busca de víctimas, el sufrimiento infantil como prueba de la presencia sobrenatural, los restos de rituales, entre otras cosas que contribuyen a una atmósfera claustrofóbica, putrefacta y una sensación de aprisionamiento constante.
Y es que la manera en que comienza a plantear las pistas, realmente logra inducir tanto a sus personajes como a su audiencia en un mundo enteramente fantasioso, alejándose del planteamiento mundano con el que abre la película. De ahí que todo se sienta como un cuento de hadas aterrador y una pesadilla donde todos son sospechosos.
Sin soltar spoilers, los instantes que nos llevan al centro de los rituales son tan atractivos como aterradores, pues se sienten tan reales que vuelve al público partícipe de los mismos. Cada uno de ellos se inspira en diferentes prácticas de brujería, por lo que además de confirmar la existencia de tales criaturas, propone que un sólo cuento no será la verdad absoluta, sino una pequeña parte de una comunidad más grande.
Un viaje intenso
No se puede hablar de Mal de Ojo sin abordar el gran trabajo de sus protagonistas, pues la veterana Ofelia Medina realmente logra crear un personaje que además de misterioso, resulta aterrador y dueña de un poder contra el que un niño no puede competir. Es estricta, fría y posee una maldad tan suya, que tan pronto entra en pantalla llama la atención del espectador, a quien se le advierte que es ella en quien debemos enfocarnos todo el tiempo.
Curiosamente, aunque conforme la historia avanza menos vemos el rostro de la actriz, la interacción con sus nietas se vuelve más y más intensa, destacando especialmente los momentos que tiene con Nala (Paola Miguel), quien logra igualar la energía y nivel emocional de la abuela.
Otra de las personas con las que Paola Miguel logra generar una tensión palpable es con Samantha, quien interpreta a su madre, estableciendo desde el principio una conflictiva relación madre e hija y que de inmediato deja en claro que hay más problemas sobre la mesa que los que vemos en un principio.
No obstante, aunque la actuación de Paola es bastante buena para ser su primera película, su personaje no puede evitar sentirse caricaturizado, ya que es inicialmente presentada bajo el cliché “adolescente enfadada que no se despega del celular”, y sin darle una mayor profundidad a la misma hasta más entrada la historia.
Por ello mismo, a veces resulta poco creíble que Nala se preocupe por su hermana, a quien desde el comienzo trata como un obstáculo en su vida.
A pesar de esto, hay que darle crédito por guiar al público a través de la desesperación y la urgencia con la que su personaje va empujando la historia hacia puntos cada vez más oscuros.
Dentro de la piel de la bruja
Aunque los mensajes que Ezban quiere transmitir con Mal de Ojo son claros, a veces llegan a difuminarse debajo de la historia. Pues aunque la energía femenina está siempre presente en la cinta, en sí el concepto de feminidad con el que pretende dotar su arco final llega a sentirse gratuito.
Sin embargo, no hay que restarle la sensualidad y posesividad con el que sus personajes interactúan con sus contrapartes masculinas, quienes genuinamente parecen hipnotizados por los hechizos y atraídos por algo que no es completamente humano.
Por otro lado, aunque es clara la presencia del concepto de envejecimiento, realmente no queda muy claro el propósito —o el cambio de este— en más de uno de sus personajes, a los que les perdemos la intención alrededor del tercer acto.
Fuera de eso, lo que con mayor éxito logra exponer el director es el conflicto familiar y las tensiones que pueden darse a pesar de compartir lazos de sangre, asegurando un final que deja inquieta a la audiencia: que incluso la persona más cercana a nosotros podría estar mintiendo acerca de sus verdaderas intenciones y que en efecto, no estamos seguros en ninguna parte.
Al final del día, Mal de Ojo es una experiencia cinematográfica que promete volverse un clásico del terror mexicano, devolviéndole al folklore latinoamericano su característica más importante: temerle a las brujas que acechan en todo momento.
Tal experiencia se logra también a través de sus aspectos técnicos, pues la fotografía, el maquillaje, los efectos prácticos, e incluso la música, conectan orgánicamente con la historia, dotándola de un misticismo y tensión adicionales y realistas.
Por último, aunque varios de los giros de Mal de Ojo son bastante tradicionales y hasta algo predecibles, en definitiva es una película que debe disfrutarse como a un buen cuento de miedo cuya intención es encaminar al cine mexicano hacia una nueva era de magia, fantasía y terror.
Mal de Ojo estrenó en salas mexicanas el 22 de Septiembre.